Adolfo Roval, un premio más que merecido

¡Adolfo Roval, premio nacional de Danza 2019! Desde que se supo el veredicto del jurado, la noticia inundó las redes sociales de entusiastas muestras de cariño, admiración y respeto para quien es una figura esencial en la danza iberoamericana. Sus incuestionables méritos y su valioso aporte en la enseñanza del ballet acreditan este reconocimiento; sin embargo, en las innumerables felicitaciones y mensajes laudatorios, todos coinciden en hacer resaltar, además de sus excelencias como artista, sus cualidades como el maravilloso ser humano que es Adolfo Roval, Adolfito, para sus más cercanos.

Roval es de esas buenas personas de alma noble y transparente que se gana el cariño desde el primer instante. En una hermosa evocación de Alicia Alonso sobre Royes Fernández, nuestra prima ballerina assoluta expresó: «Cuando se habla de Royes a alguna persona que lo conoció, casi siempre se produce una sonrisa y una cierta exclamación: “¡Oh, Royes…!”». Algo similar ocurre cuando se habla de Adolfo Roval, de quien siempre acuden a nuestra mente recuerdos entrañables, simpáticos o emotivos.

Quizá muy pocos sepan que su verdadero nombre es Adolfo Rodríguez Valdés. Una vez le pregunté por su apellido, y con ese desenfado que lo caracteriza, y esa energía siempre positiva que lo acompaña, me respondió: «Lo que hoy se usa mucho, que es “componer” nombres, se me ocurrió a mí hace muchos años. Tomé el Ro, de Rodríguez; y el Val, de Valdés, y saqué un Roval, que solamente lo he visto una vez. Y, así, me singularicé un poquito dentro del Cuerpo de baile, en el que había muchos Rodríguez».

El maestro Roval es parte esencial del Ballet Nacional de Cuba, y su propia historia es, también, la historia de la compañía fundada por Alicia, Fernando y Alberto Alonso, en el lejano octubre de 1948.

Nació en Cruces, antigua provincia de Las Villas, el 18 de septiembre de 1929. En 1951, seducido por los grandes musicales de la época, inició sus estudios de Danza moderna y Ballet con los maestros Ramiro Guerra y Luis Trápaga, respectivamente. En 1953, se incorporó de manera oficial al Cuerpo de baile del entonces Ballet Alicia Alonso. Por esa misma época, integró los elencos del Ballet de CMQ Televisión, el Teatro Radiocentro, el Teatro Experimental de Danza y de importantes centros nocturnos habaneros, bajo la dirección artística de Alberto Alonso. El triunfo revolucionario de 1959 lo sorprende en Puerto Rico, donde había fundado el Teatro de la Danza José Parés, junto al emblemático artista puertorriqueño. Tras la reorganización del Ballet Nacional de Cuba, el desempeño de Adolfo Roval fue fundamental: bailarín, profesor, maître, responsable de Relaciones Públicas y Divulgación, Asesor artístico… responsabilidades que asumió en distintas etapas y a lo largo de más de 65 años de permanencia en nuestro principal conjunto danzario.

Como bailarín (alcanzó la categoría de Solista en 1962), asumió destacados papeles en Giselle, El lago de los cisnes, La fille mal gardée…; no obstante, su mayor mérito interpretativo lo podemos encontrar en los personajes de carácter. En Adolfo Roval tiene la escuela cubana de ballet a uno de los más importantes bailarines de carácter. Sus interpretaciones del Dr. Coppelius, en Coppelia, y Mamá Simone, en La fille mal gardée, sirven hoy de modelo y referencia para los intérpretes de esos papeles en la compañía, y se encuentran entre las más destacadas en la historia de nuestra agrupación.

De igual manera, Roval ha desarrollado una importante labor pedagógica, ámbito en el que aún se mantiene activo. Fue uno de los profesores que fundaron la Escuela Provincial de Ballet de La Habana y la Escuela Nacional de Ballet. Su meritorio trabajo docente se ha hecho extensivo a otras agrupaciones de Cuba y el extranjero. No por casualidad, en el año 2005, la Universidad Rey Juan Carlos y el Instituto Superior de Danza Alicia Alonso, de Madrid, le otorgaron el Premio al Magisterio Artístico, en reconocimiento a su labor pedagógica nacional e internacional.

Nunca es tarde si la dicha llega, sentencia un viejo refrán, y esta dicha, ¡merecidísima!, le ha llegado al maestro Roval el mismo año que arriba a su aniversario 90 de vida, aún en activo. Por estos días, en los que todos los amantes de la danza  festejamos la noticia, se pueden leer con beneplácito infinitas muestras de júbilo y cariño, expresadas por colegas, bailarines que fueron sus alumnos, alumnos que aún se consideran aprendices del maestro, admiradores, amigos… y hasta jóvenes que, sorprendidos, descubren y se acercan por primera vez a una de las figuras fundamentales de la escena cubana.

(Tomado de Granma)

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