Ángel Peña, más allá del folclor

Pudo ser una exposición más la montada por Ángel Peña en la Sala Yolanda Perdiguer, del teatro Tomás Terry, para celebrar el aniversario 15 del Conjunto Folclórico de Cienfuegos. Bastaba el registro gráfico de esta agrupación artística conducida por la bailarina y coreógrafa Bárbara Lamí, para asegurar el mérito del relato visual; pero Peñita siempre se las agencia para transgredir lo epidérmico, lo circunstancial. Por eso cada exposición suya —desde hace más de 30 años— atrae la atención de entendidos y sobre todo, de esos seres comunes que al igual que él forman parte del paisaje diario. Es que su indagatoria deviene epifanía de extensión antropológica; una revelación del hombre en su microcosmos cotidiano.

Folclor (título de la expo) fue un reto a su pupila. Pudo congelar los gestos y ofrecer la crónica; sin embargo, prefirió dar testimonio con sutilezas que rinden lo difícil y atrapan lo inasible; supo transformar la fotografía en metáfora y en poesía visual, inextricables historias. Documentó el sentido ancestral del tiempo, depositado en prácticas culturales identitarias que configuran la religiosidad popular de Cuba, en los espacios habituales para el culto. En ellos aprehendió la atmósfera de lo auténtico, la transpiración del baile, el paroxismo y la solemnidad de la fe, y reveló a sus cultores, sin  poses ni  artificios.

Y esa esencia la convirtió en la irradiación germinativa para enrumbar la elocuencia de otro ciclo: el del espectáculo. Conexión diáfana con la que rinde tributo explícito al aniversario de la Compañía. Entonces aparecieron las luces, el escenario, las estilizaciones coreográficas y la síntesis conceptual en impresiones que desacralizan la creencia y la convierten en una explosión de colorido, ritmo, vértigo y jolgorio; no exentas de la gracia, el guiño y la picardía, cual heredad inconmensurable proyectada hasta el presente.

Finalmente las reminiscencias míticas cedieron ante la interiorización propia de la responsabilidad creadora y Ángel Peña transfiguró los referentes en secuencias plásticas. Acentos depurados y sugerentes que sobrepasan la literalidad de la anécdota, tan cara a la tradición folclórica que a veces solo se vivifica con su autofagia. Capturas donde Peña se distancia de lo recurrente y perfila una sugestiva simbiosis entre la tradición y la contemporaneidad; composición depurada y un continuum infinito de mar y cielo henchido de sensualidad, de donde emerge la hidalguía atávica de indóciles mortales para quienes la resistencia se convirtió en el sino de su existencia. Entrañas reveladas de ese universo irreal, infinito y mágico sedimentado en la cultura popular tradicional de estirpe afrocubana.(Tomado de 5 de septiembre)

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