Ángeles, líneas y colores revelados con ojos de mar

Guángeles y otros inmortales es el título de la expo de José Basulto Caballero en la sala Mateo Torriente, de la UNEAC en Cienfuegos. Una fiesta de imaginación para los sentidos, consecuencia de la poética de un hombre que siempre, sospecho, mira el mundo con ojos de mar. Y no me refiero tan solo a su origen humilde a la vera del litoral de la bahía de Jagua, ni a su silencio afable y atento, propio de quien pasa horas consigo mismo, sino a esa hondura con la que sus ojos avistan la inmensidad. Y nos la devuelve luego, poblada de una  personal iconografía, sedimento de un discurso fabulatorio inspirado en la mejor tradición de los «artistas populares de Las Villas«, una vez agrupados por Samuel Feijóo.

 

Diversas líneas creativas se juntan en esta muestra personal de quien se reconoce un autodidacta inspirado, únicamente guiado por el encantamiento y la fantasía nacida del afán cotidiano. Está la escultura, su tentación inicial, naturaleza pétrea de la que extrae el encanto sinusoidal de la línea, logrando un microcosmos abigarrado donde se salva la belleza. Le sirve a la vez para consumar pretensiones conceptuales que trascienden el hedonismo, como ocurre en Homenaje a Lino Figueredo, obra depurada y sobria, tallada en piedra de cantería y cargada de presupuestos reflexivos, evidenciando un Basulto capaz de conseguir la fuerza irradiante de la concisión expresiva.

Claro, también figuran sus conocidos dibujos con tintas. Un júbilo de colores, consecuencia del empleo del bolígrafo, artefacto ordinario útil para lograr fabulosos discursos y filigranas táctiles gracias a la presencia del detalle persistente, grácil y aparentemente pueril. Mas no se engañe el espectador, detrás de la voluntad retiniana de su autor se entreveran algunos de los perfiles socio psicológicos que nos caracterizan: la picardía, el desacato disimulado o la propensión —casi congénita— al surrealismo; a la vez se asoman sus manifiestos comprometidos con «el corrosivo cotidiano» del cubano de hoy. Todos conforman un conjunto de personajes arraigados en el acervo popular, porque de tal sitio los ha extraído Basulto y forman parte de su purga autorreferencial.

Pero donde la vitalidad de su trabajo se me presenta más aportadora es en la instalación Inmortales sobre mortales. Aquí él se convierte en hagiógrafo. Construye un santoral con dioses tutelares nacidos de su invención, conectados con su mito-poética de guajiripescadores, guajibertos, guajicheros, guánjeles y toda suerte de criatura. (Tomado de 5 de septiembre)

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