Del poblado cienfueguero de Santa Isabel de las Lajas vino y a este volvió para quedarse en una tumba que no porque lo cierre lo clausura al mañana -todo lo contrario-, Maximiliano Bartolo Moré, conocido mundialmente como Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo. Al cantor de ese imperecedero estribillo, «Santa Isabel de las Lajas, lajero», y de tantos otros a tantas ciudades cubanas; a tanto sentimiento… le rindió homenaje el Festival de Música con su nombre transcurrido entre dicha localidad y Cienfuegos hasta el pasado domingo.
El sentimiento general en la cuna del bardo fue que esta vez se hizo sentir el evento bienal, mientras en dicho pueblo quedó guardada, entre otras imágenes indelebles la de la peregrinación desde el café Cuba, sitio frecuentado por el Sonero Mayor para realizar descargas, hasta el cementerio local, a través de cuyo trayecto músicos, familiares y la representación popular entonaron temas imperecederos del repertorio de su más señalado hijo.
Deja claro el certamen que aun hay mucho por descubrir del artista, en la mayoría de sus facetas; de forma especial en la música, por la cual nos inmortalizó, inmortalizándose. Lo evidenció, verbigracia, el Coloquio organizado con eficacia por el Centro Cultural de las Artes Benny Moré, espacio cobijador de ponencias, multimedias, documentales, revelaciones, reflexiones…
Se trata el Festival de un proceso cultural que se resignifica a partir de la asunción de nuevas dinámicas de pensamiento y concepción en la dramaturgia inherente a una cita cuyo pabellón identitario siempre debió ser (aunque no ocurriera así en determinado trecho pretérito, a regocijo de unos y disgusto de otros) y continuar siéndolo -como resultara durante esta finalizada edición-, eminentemente raigal, urdido y defendido desde la aldea y bajo la premisa del cacique, el behíque y todos unidos junto a la hoguera en defensa de su conjuro. Esto es, traducido del taíno, la conjunción de un cosmos gnoseológico global presto en el territorio a canalizar las devociones en el mancomunado fin supremo de preservar, honrar, rentabilizar culturalmente y justipreciar el vínculo natural de Moré con estas tierras en todo cuanto valor general encierra, y no es poco aunque parezca una obviedad remarcarlo.
La decisión de airear a quienes le cantan al bardo en Prado y San Fernando, frente a la estatua de José Villa Soberón, resultó acertada; de igual manera la idea de los concursos coreográficos y de interpretación, amén de las presentaciones de compañías infantiles, en procura de atraer a ese segmento de público hacia el radio de un encuentro entre cuyos objetivos figuraba incentivar en los niños el gusto por las melodías tradicionales y en especial las de nuestro inclonable Bartolomé Maximiliano Moré. Cabe destacar aquí a todo el equipo de realización general del Festival, a sus promotores, directores, productores; a Cultura y diversas instituciones bajo su égida en Lajas y Cienfuegos.
Para que un evento de este tipo luzca no es necesario transportar una orquesta del Japón (como se hizo una vez, aunque si viene bienvenida sea) ni apelar al concepto romano de entretenimiento (cual también ocurrió en cierto momento); sino antes bien reparar en las potencialidades que -en los órdenes teórico y artístico- disponemos en el plano local y de forma particular en Cienfuegos. Nada fútil en tal sentido es recordar la máxima de que en la guerra cultural que define el escenario actual y futuro de la humanidad, tanto la resistencia como la victoria solo pueden establecerse merced a la observación, respeto y difusión de nuestras especificidades, elemento esencial a veces obliterado no por mala fe y más bien en procura de cubrir el afán (de forma contradictoria, nunca logrado a la larga) de «satisfacer» a todos, cubrir erogaciones, llenar espacios…
Un evento de la guisa de este u otros de análogo perfil pueden ayudar sobremanera a la educación cultural de las personas. Eso representa, en última instancia, cuanto asegurará su permanencia, más allá de respaldos financieros y espaldarazos de diversa índole (también precisos, no nos domeñe la ilusión).
Este primer Festival Benny Moré de su nueva etapa organizativa hace cuerpo de una lógica fase inicial de consolidación. En dos o tres ediciones más estará en posibilidad de convertirse en fortísima herramienta cultural, en dependencia absoluta ello de la intencionalidad subyacente en sus gestores y de elucubrarlo a escala colectiva, con la anuencia y convergencia del pensamiento aquí.
(Tomado de Cinco de Septiembre)
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