Cienfuegos: ciudad de orgullo y privilegio

La Perla del Sur es uno de los tantos epítetos que popularizan y singularizan a Cienfuegos, una urbe afrancesada, capaz de encantar a residentes y visitantes, foráneos y nacionales, pues cientos de personas llegan desde diversos confines para conocerla y disfrutarla durante todo el año.

Mucho se ha dicho y escrito sobre la capital de la provincia del mismo nombre, atractiva por su historia, infraestructura, gastronomía y la cultura.  

 

Desde el emblemático Palacio Ferrer, con su bello mirador; el Teatro Tomás Terry, con sus juveniles 125 años, recientemente cumplidos; la Catedral Purísima Concepción, con sus torres asimétricas; el Casino Español, y el Hotel La Unión, son capaces de tocarnos el alma, hasta llegar a la inigualable Bahía de Jagua, cual espejo de agua, reflejo natural de la ciudad toda. Son estos, de modo general, la manera de citar algunos de los nombres más reconocidos y famosos en la casi bicentenaria urbe, descritos cada uno, innumerables veces, por poetas e historiadores.

No pocos aseguran que resulta, mejor verla de día, afirmación incuestionable, pues la belleza de sus monumentos, meticulosamente combinados, hacen las delicias de los mas reacios a perder la tranquilidad y el reposo de sus casas u hoteles de ocasión, cuando deciden realizar un recorrido por sus cuadriculadas, limpias y espaciosas calles.

Constituye la ciudad de las cúpulas,según una voz autorizada, cuando refleja otro de los sobrenombres que la identifican. Sus majestuosas envolturas pétreas y cóncavas, de diversos tamaños y formas, producen un interlineado visual desde todos los rincones desde donde se la mire.

Su fama bien ganada, como ciudad centro de las artes y la educación,bien pudiera tener el epíteto de Ciudad Luz —sin competir con la inigualable París—, pues sus universidades e instituciones de enseñanza de nivel medio, en las esferas del arte y la instrucción, provocan en quien la vive una manera de ver y sentir únicas a lo largo del archipiélago cubano.

Pequeños locales (privados o estatales) destinados al comercio, de variados productos comestibles, alegran el ambiente, incluso en etapas invernales, cuando los termómetros se asustan de solo mirar unos inofensivos 14 grados, para con sus luces de neón,contrarrestar la pérdida del verdor natural que nos acompaña y cautiva durante todo el almanaque.

Un típico día invernal puede regalarnos en unas pocas horas la melancolía al despertar, con su lluvia esporádica, cual compañera fiel de nuestro inseparable sol, tristemente escondido por momentos, cuando es incapaz de calentar sus matemáticos espacios, declarados en el año 2005 por un capacitadísimo grupo de expertos en Durban, Sudáfrica, Patrimonio Cultural de la Humanidad, reunidos para la ocasión en esa bella ciudad puerto.

Como es de esperar, con la llegada del verano, la vida al aire libre cobra intensidad. Pasar horas en el parque José Martí, o el largo Prado de Cienfuegos, como se conoce a la otrora Avenida de la Independencia, provoca el deseo de almorzar en uno de sus espaciosos portales o terrazas, que rodean como pocos, una de las plazas más bellas de Cuba, mirando desde lejos el verdor de los árboles que cobijan desde hace varios años la evocación de aquel instante fugitivo traído de la mano de Don Luis De Clouet, momento que nos perpetuó para toda la vida.

Todo eso y mucho más guarda la ciudad de Cienfuegos que, con sus 196 años cumplidos, posiblemente sea uno de los lugares de Cuba, después de La Habana, que más se mencionan y desean visitar, incluso, aquellos forasteros que no la conocen. Ufanarse en definiciones constituiría un error. Llegar aquí, descubrirla y disfrutarla tal cual, es de un infinito orgullo, pero, especialmente, un inenarrable privilegio.

El autor es *Historiador y especialista en Gestión del Patrimonio.

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