Como Buena Fe no hay dos

Cuando tendemos a encasillar una entidad musical entre los marcos de un género determinado se pudiera asumir un punto de vista equivocado. Quienes hace 20 años, valoraron la nueva propuesta del dúo Buena Fe simplemente como una refrescante manifestación del pop hecho en nuestro país, han tenido que ampliar tanto sus puntos de referencia, que a estas alturas ya no saben cómo clasificarlo. En realidad, si tenemos en cuenta la evolución de los presupuestos estéticos plasmados, desde sus primeras canciones hasta en las más actuales, han marcado el acento en las reflexiones de una joven generación que bien piensa antes de expresar lo que siente.

Desde el planteamiento más jocoso hasta aquel lo suficientemente agudo como para provocar polémicas abiertas, no encontraremos otra explicación mejor para comprender la aceptación masiva del mensaje inteligente, que a través de la música Israel Rojas y Joel Martínez envían al pueblo cubano. En tiempos donde convivimos con los intentos de quienes pretenden denigrar el alcance de la cultura arraigada en el amor infinito a los múltiples entramados de la patria por medio de una asfixiante banalidad, esa que nos anula como seres pensantes para caer víctimas del imperio del mercado, Buena Fe se encuentra en una posición privilegiada ante semejante confrontación. En el abultado saco donde el popular dúo resguarda sus emotivas canciones de temática amorosa, no encontraremos ninguna que carezca del singular aliento poético de un compositor de la talla de Israel Rojas. Ese rasgo que se ha convertido en un sello inconfundible de dicha obra, es posible encontrarlo tanto en sus temas ya clásicos y en otros más recientes como Quien soy yo y Ni una más, ambas pertenecientes al disco Carnal, su más reciente trabajo, realizado con la casa discográfica Egrem en el pasado año.

Sin embargo, valga aclarar que, como para todo músico, la conformación de cada nuevo disco encierra un riesgo inevitable y mucho más si este conmemora las dos décadas de existencia del dúo en cuestión. Y en el caso del cd Carnal, se trata del logrado arribo de Buena Fe a una madurez conceptual desde todo punto de vista. Si en los arreglos musicales se ha hecho evidente el alejamiento de trillos estilísticos del pop en favor de recorrer un camino sólidamente concebido por la seguridad y el aplomo latente en el empleo de los teclados y las guitarras eléctricas, en cuanto al lirismo de los textos se ha sido todavía mucho más audaz que en ocasiones anteriores. Mientras en Quien soy yo, se trata el tema de la ceguera de los enamorados, esa que es capaz de hacernos entregar oro a cambio de recibir las cuentas de cristales de un falso cariño, en la pieza Ni una más, a la larga, frente al amor desagradecido, uno deja de culparse injustamente cuando coloca las cosas en su lugar. Por otra parte, Buena Fe continúa con su inquisitivo acercamiento a las diferentes problemáticas sociales de nuestros días, pero en esta ocasión desde una mayor complejidad del mensaje. Por ejemplo, en el tema Madurar se llama la atención sobre una preocupante situación a la cual ya el intelectual Fernando Martínez Heredia había hecho referencia. Se dirige a quienes, convertidos en siervos del universo de los teléfonos inteligentes, pueden llegar a considerar como algo normal que no sea necesario pensar. En tal sentido, Israel coincide con Fernando cuando alude a los obsesionados por dar Like, al invertir la esencia del famoso pensamiento cartesiano que les canta: «verás que existes, pero no piensas». Y para quienes esperan el habitual entorno alegre y movido de la música de Buena Fe, en el disco Carnal nos entregan la pieza Música Vital. En esta engalanan, una vez más, para todos nosotros, el amor por Cuba, la que con todos sus lugares y con todas sus gentes no se iguala a otro país en el mundo. De la misma forma que tampoco como Buena Fe hay dos. Te lo digo yo.

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