Una niña se sienta delante del televisor. Un hombre habla y ella mira el reloj con la impaciencia de siempre. Baja la cabeza y se mira los pies. Al fin el hombre deja de hablar. Comienzan Los Papaloteros. Una mujer sale en la pantalla. Todo es blanco y negro. La niña se para, corre y busca a su mamá: «Esa. ¿Cómo se llama?». «Corina Mestre, es una de las mejores de Cuba«, responde la madre y vuelve a la cocina.
La niña se acomoda en el silloncito de color azul. El tiempo pasa…
En una ocasión alguien le preguntó a Joseph Brodsky qué había hecho él por su Patria. Y contestó serenamente: «Yo, escribir poemas». Si le preguntáramos a usted lo mismo, qué respondería.
«Lo que he hecho es ser auténtica. Cualquier cosa ha sido poco. Creer que en todas partes del mundo se está mal, menos en la casa que uno mismo se ha creado, como decía Lorca. También he estado al lado de las ideas justas».
Teatro Estudio fue el árbol de muchos artistas importantes en Cuba. No una escuela más, sino la mejor de todas.
«Empecé en los aficionados, con un instructor de teatro. Mis inicios están ligados a la poesía, porque para mí la poesía está en lo más alto. Las personas religiosas creen en Dios y yo creo que Dios es la poesía. Ahora solemos vivir sin ella, y por eso, lo hacemos de una manera tan difícil.
«Raquel y Vicente Revuelta me habían visto en una obra que hicimos como aficionamos y me piden que vaya a Teatro Estudio. Me decidí pensando que sería un hooby y terminó siendo la esencia de mi vida. Lo veo como mi luz y necesito eso para vivir.
«Aun cuando tuve buenos profesores en el Instituto Superior de Arte (ISA) debo reconocer que ese grupo fue la base, la semilla y el desarrollo, tenías que trabajar con cinco o seis poéticas a la vez. La de Vicente y Raquel Revuelta, Pepe Santos, Estorino…, era un torbellino. Llegó a la televisión cuando tenía una carrera sólida en ese medio, había participado en 52 obras. Al disolverse el grupo, algo normal y me parece hasta cíclico, decidí trabajar independiente.
«Amo todo, entrar en comparaciones es un absurdo. Cada medio tiene sus magias y depende mucho de la entrega de cada cual. En Habana Radio he tenido varios programas y colaboró desde hace mucho tiempo. No pudo dejar de mencionarte la docencia, me ha llenado mucho».
En otra entrevista usted dijo que los alumnos que hoy llegan al ISA, muchas veces, carecen de humildad, modestia… ¿Cómo valora la calidad de quienes ingresan a ese sistema hoy?
«Eso pasa también, pero lo que más pasa es que los muchachos no saben leer. Y parafraseando a Martí sería algo así: si no sabes leer, no sabes andar. Y como no sabes leer ni andar tampoco sabes escribir y no puedes ascender. No es el impacto de las nuevas tecnologías, es la escuela y la casa. Además tenemos otros problemas derivados de la extrema sonoridad en la cual vive hoy la sociedad. Muchos de los que llegan son descoordinados y arrítmicos. No se concibe un cubano arrítmico, descoordinado y desafinado: éramos asquerosamente musicales.
En ello tiene un peso importante la mala música que se oye. Tenemos excepciones y son lo que quedan.
«Uno multiplica en la escuela la utopía, al menos te haces la idea. Si salen dos o tres que igual tratan de multiplicar la utopía, entonces valió la pena».
¿Por qué para muchos televidentes las actuaciones de antes eran mucho más orgánicas y creíbles que las de ahora?
«Existe un fenómeno especial muy ligado al habla común y con la verdad. Se habla muy mal en la calle y los actores de antes nos acostumbramos a tener una buena dicción y cuando debíamos asumir un personaje cubano aprendimos a aspirar las eses, cambiar la r por l… y ahora es al revés. No creo que los actores sean malos, sino que hay escasez de buenos directores de actores. Cuando hay casos de una dirección que obliga a dar lo mejor te das cuenta que los muchachos están perfectos».
El III Festival del Monólogo Latinoamericano auspiciado por el Teatro Tomás Terry se le dedica a usted, a sus actuaciones. Vimos los aplausos cuando salió a escena hace un rato…
«No hacia falta la roseta ni el reconocimiento: sí las flores. Cienfuegos está en mí, eso se lo debo a Armando Suárez del Villar, un intelectual que sacó toda la cubanía para que nosotros en Teatro Estudio dejáramos de ver solo lo universal, solo lo de occidente.
«Cuando pasen muchos años el Teatro, quizás, sea el único sitio donde las personas van a tener una comunicación directa, porque ahorita el cine va estar en las casas. Sin embargo, para poderte tocar y mirar a los ojos vamos a tener que hacerlo solo en espacios como estos (…) No creo que me anime a competir en los monólogos, tengo a mis estudiantes aquí. Ellos son los que necesitan conquistar el camino. Yo estoy para regalarles experiencia», agregó la consagrada profesora del sistema de la enseñanza artística en Cuba.
¿Por qué tan poco cine?
«He participado en dos películas en los últimos años, en una soy la antagonista. Ninguna de las dos se ha terminado de editar desde entonces. Eso es el cine…
La quisiéramos ver más en televisión. No se nos olvida en la serie Los papaloteros…
«!Pero muchacha, tú te acuerdas de los Papaloteros! Esa fue una serie que cambió el concepto de aventura, era un equipo de creación muy buena. Y de ahí salió Pasión y Prejuicio…, por Dios, te conté mi vida entera».
Corina Mestre sale de la habitación, vuelve al Teatro, a su mundo, al rincón donde ella es poesía.
(Tomado de Cinco de Septiembre)
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