El concepto de transculturación, elaborado por Fernando Ortiz, en la formación de la identidad insular y el rigor analítico en los estudios de la cultura popular emprendidos por Argeliers León, resultan imprescindibles para comprender a plenitud el alcance de la rumba como uno de los símbolos más entrañables del alma cubana.
Justo con un homenaje al legado de ambos intelectuales culminó en la capital española la primera etapa de la Ruta Internacional de la Rumba 2015.
El espacio seleccionado para la celebración, el Museo de América, radicado en la Ciudad Universitaria, fue propicio para relacionar las hibridaciones y entrecruzamientos entre los elementos hispánicos y africanos que a lo largo del tiempo han nutrido las variantes rumberas.
No deja de ser paradójico, apuntó durante la velada el poeta y etnólogo Miguel Barnet, el hecho de que esos africanos esclavizados, llegados a Cuba en condiciones infrahumanas mediante un infamante comercio a cargo de las potencias coloniales europeas, entre las que se hallaba España, hayan sido portadores de valores culturales esenciales en la forja de la nación. Ello se explica por la cultura de resistencia y el espíritu libre de aquellos hombres y mujeres y sus descendientes.
Fernando Ortiz se dio cuenta de la real dimensión de ese proceso, investigado por él desde diversos ángulos, con tal profundidad que concluyó proclamando que Cuba nunca estaría completa sin África.
El presidente de la Fundación Fernando Ortiz evocó la amistad del sabio con notables ejecutantes de cantos, toques y danzas de origen africano, y definió la rumba como una expresión “inteligente porque asume una segunda naturaleza al cumplir una función social; rompe barreras suburbanas y religiosas para instalarse en las urbes capitalinas y acogerse a los parches del tambor sin perder la auténtica sonoridad de la caja de bacalao o la más aguda y pequeña cajita de velas del barracón, y porque se sitúa en el ámbito cosmopolita sin dejar de ser hija de la rusticidad”.
“La rumba no envejece, su vitalidad es constante”, sentenció, “y es tan cubana que nada ni nadie la ha podido adulterar”.
En cuanto a los aspectos estructurales y proyectivos del género, la doctora Victoria Eli, especialista del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (Cidmuc) y catedrática de la Universidad Complutense de Madrid, resaltó las contribuciones a su estudio por parte del maestro Argeliers León, padre de la escuela cubana de musicología.
Destacó cómo Argeliers desentrañó la síntesis de una manifestación cultural en la que confluyen múltiples raíces y elementos africanos y peninsulares de manera innovadora hasta conformar imágenes danzarias, rítmicas, melódicas, líricas, narrativas y simbólicas originales, en un tránsito que el maestro caracterizó como “expresión generalizada en el cubano”.
Patrimonio vivo de la nación cubana, la fortaleza de su raigambre y su vuelo universal sustentan la legítima aspiración de ser considerada más temprano que tarde por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Entretanto la continuidad de la Ruta Internacional de la Rumba, tanto dentro como fuera de la Isla, tal como lo han venido haciendo la Fundación Fernando Ortiz, el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, la Uneac y el programa Timbalaye, se perfila como una consistente acción promocional, que debe sistematizarse y lograr más amplios objetivos, según declaró a Granma el viceministro de Cultura, Fernando Rojas, quien asistió a la celebración española.
La evocación de Ortiz y Argeliers preludió en la sala teatro del Museo madrileño una presentación de Geovani del Pino y Juan Campos Cárdenas, integrantes del laureado conjunto Yoruba Andabo, y de los profesores de danzas Irma Castillo y Ulises Mora, destacados promotores del género.
(Tomado de Granma)
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