El cine móvil en Cuba: una experiencia de cine comunitario nacida con la Revolución

Una de las conquistas de la Revolución Cubana en la esfera del cine y el audiovisual es la democratización del acceso a la producción cinematográfica y audiovisual caracterizada en muchos contextos por una visión elitista y hegemónica que ha anulado el reflejo de la dinámica sociocultural de muchas comunidades, su acervo cultural y cotidianidad.
Entiéndase por cine y audiovisual comunitario aquellas “obras que nacen de la necesidad de comunicar sin intermediarios, de hacerlo en un lenguaje propio que no ha sido predeterminado por otros ya existentes, pretendiendo cumplir en la sociedad la función de representar a colectividades marginadas, poco visibilizadas o ignoradas.”

El precursor del cine comunitario en el mundo fue el británico Robert Flaherty, quien realizó en 1922 Nannok, el esquimal, considerada por los estudiosos del tema como el primer documental de la Historia del cine. De esa manera nace el género documental y lo que denominamos cine de comunicación etnográfica.
Flaherty no era etnógrafo ni se proponía hacer un documental. Tal palabra sería usada por primera vez en 1926 por Jhon Grierson, un sociólogo escocés que personalmente dirigió un solo filme: Drifters (A la deriva), sobre los pescadores del Mar de Norte.
En el contexto cubano me atrevo a considerar como antecedente de cine comunitario el documental El Mégano (1957), cuyas imágenes de las condiciones de vida de los carboneros de la ciénega de Zapata resultan extraordinarias, poseedoras de una dimensión antropológica dignas de resaltar.
Sus realizadores, Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa, José Massip y el mismo Alfredo Guevara, motivados por cultivar en nuestra isla la estética del Neorrealismo italiano incursionaron en el cine etnográfico sin pretenderlo.

El proyecto cultural denominado Cine Móvil surge a partir de la iniciativa del entonces Director de la Cinemateca de Cuba Héctor García Mesa a fines de 1961 en un contexto social complejo para la nación cubana y su naciente Revolución.

La extensión del Cine Móvil hacia aquellas regiones en Cuba excluidas antes de la Revolución de la dinámica cultural que gozaban las ciudades significó una revolución en el ámbito cinematográfico que posibilitaría sentar un precedente para la consolidación de la política cultural que trazaría el ICAIC para extender la cultura cinematográfica en la sociedad cubana y esa manera sentar las pautas para la necesaria y vigente descolonización cultural del espectador cubano.

A través del Cine Móvil grandes masas iletradas sin referente cinematográfico alguno descubrieron iconos de lo más representativo del cine contemporáneo, incluyendo filmes exponentes de corrientes estéticas como el Neorrealismo Italiano, coincidente en el plano ideológico con las posturas inclusivas de la joven Revolución cubana.
Para tener una visión lo más fiel posible de ese momento histórico resulta necesario recodar que en el año 1962, la población cubana era de poco más de seis millones y medio de habitantes, con un por ciento mayoritario en zonas rurales de los cuales más del 90% nunca habían tenido contacto con el cine.

Paulatinamente el Cine Móvil se entendería al resto del país, hasta las provincias de Matanzas, Pinar del Río y Las Villas; incluyendo Oriente y Camagüey. Esta tarea fundacional en territorio agramontino estuvo a cargo del joven José Manuel Pardo Sánchez, miembro del Departamento de Divulgación Cinematográfica del ICAIC, quien estaría al frente de la actividad en el país desde 1963 hasta su fallecimiento en 2001.

Según lo registrado por el investigador Armando Pérez Padrón en el blog Cine Cubano, la pupila insomne, que dirige el también estudioso del cine nacional Juan Antonio García Borrero:

Por iniciativa del propio Héctor, se crea el primer camión de Cine Móvil, en los últimos meses del mismo año 1961, que empezó a funcionar en la antigua provincia de La Habana. Este vehículo piloto, a pesar de enfrentarse a las dificultades lógicas de un proyecto novedoso y sui géneris; en pocos meses sobrepasó las expectativas de sus creadores, para convertirse en un elemento de extraordinaria demanda, por lo que en marzo de 1962 se crea el Departamento de Divulgación Cinematográfica del ICAIC, a la vez que se decide captar cuarenta jóvenes de las antiguas seis provincias para impartirles un curso intensivo que incluía aprender a conducir el camión, operar los equipos de proyección y sus aditamentos, así como una preparación para presentar los materiales y películas en escuelas, comunidades, campamentos y demás lugares a donde arribaran. “2

Testimonio fílmico de ese primer encuentro con el séptimo arte es el documental Por primera vez (1968), de Octavio Cortázar, quien lograría captar las reacciones y emociones de aquellos niños mientras visualizaban sus primeros filmes, atrapando así la esencia humana y cultural de tan sublime descubrimiento, gracias a la profunda revolución cultural que implico el llamado Cine móvil en Cuba en las primeras décadas de la Revolución, cuya dimensión humanista ha sido comparada con la campaña de alfabetización gestada en dicha década.

Dos documentales realizados en distintos momentos cuestionan las causas que determinaron la muerte del Cine Móvil en Cuba rememorando el impacto sociocultural que tuvo ese proceso cultural en aquellas comunidades de difícil acceso, ubicadas en los rincones más remotos de la geografía cubana: el primero de ellos es Como por primera vez (2002), realizado por los miembros de la televisión Serrana Waldo Ramírez y Luis A. Guevara.

El segundo lleva por título Inmóvil (2009), realizado por el joven cineasta cienfueguero Luis Miguel Cruz radicado hoy en EE.UU, obra producida por el Centro Provincial de cine de Cienfuegos que reflexiona sobre el nefasto impacto que tuvo para la cultura cinematográfica de esos territorios la desaparición del Cine Móvil, a partir de las voces de sus protagonistas: antiguos operadores que durante muchos años dedicaron parte de su existencia al sublime oficio de trasladar hacia esos inhóspitos parajes las imágenes en movimiento, quienes a través de las entrevistas evocan con una amarga nostalgia la ausencia de tan descolonizador movimiento cultural y reclaman con pasión su retorno para beneficio de las actuales generaciones.

En 1988 se reciben las últimas copias de películas en este formato, y para 1991, debido a las restricciones del Período Especial, se ve afectado el combustible para los cines móviles.

En la actualidad, con el tránsito del analógico al digital tras la aparición del DVD se han creado Salas de TV rurales equipadas con paneles solares y tecnología digital, proyecto que deviene una continuación del legado cultural heredado del Cine Móvil en Cuba y que demuestra que pese a los cambios tecnológicos el principio de elevar la cultura cinematográfica y formar un espectador critico continúan siendo aspiraciones de la política cultural de la Revolución.

 

Por: Jorge Luis Lanza

 

Crítico de cine y medios audiovisuales

 

 

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