El mercado no puede distorsionar la política cultural en la promoción de la música

El mercado no puede distorsionar la política cultural en la promoción de la música

Conseguir que la promoción respalde la difusión y el disfrute de los valores más auténticos de la música cubana y cerrar filas contra la me­diocridad tendrá que ser  en lo adelante una pauta permanente y sistemática del trabajo conjunto de las instituciones culturales y la vanguardia artística representada en la Uneac.

Esto deberá traducirse de inmediato en acciones puntuales y concretas, a las que se les dará seguimiento con responsabilidades compartidas.

Desde la Uneac se entiende esa contribución sobre la base de lo expresado por el General de Ejér­cito, Raúl Castro, en el mensaje con motivo del aniversario 55 de la organización acerca de las amenazas actuales en el campo de la cultura: de una parte, «los proyectos subversivos que pretenden dividirnos»; de otra, «la oleada colonizadora global». Raúl expresó en sus palabras la con­fianza en que «la Uneac del presente continuará encarando con valentía, compromiso revolucionario e in­teligencia, estos complejos de­safíos».

Lo anterior fue acordado tras el análisis de los problemas que inciden en la programación musical y las insuficiencias estructurales y funcionales de las instituciones que atienden esa importante manifestación cultural, durante un análisis pro­movido por la Presidencia de la Uneac, en el que intervinieron miembros del Consejo Nacional de la organización junto a directivos de los Ministerios de Cultura y Turismo y el Instituto Cubano de Radio y Te­levisión.

El debate estuvo orientado a la necesidad de velar por la calidad de las propuestas musicales a las que accede la población por diversas vías, desde los conciertos y presentaciones en centros recreativos y es­pacios públicos hasta los programas de la radio y la televisión.

Los creadores se pronunciaron por una revisión a fondo de los víncu­los de las instituciones con el mercado y el papel de las empresas. El mercado no puede distorsionar la política cultural en la promoción de la música ni dejar margen a concesiones en contenidos y calidades.

Entre los puntos críticos llamaron la atención acerca de cómo la transformación de los centros pro­vinciales de la música en entidades del sistema empresarial tropezó con obstáculos que impiden su funcionamiento efectivo. No todos los centros poseían las condiciones ob­jetivas —capital inicial disponible, recursos materiales mínimos, valoración del potencial de las unidades artísticas en función del mer­cado—, ni subjetivas —cuadros idóneos, personal calificado, preparación de los consejos artísticos, experiencia empresarial— pa­ra dar ese paso.

En varios territorios esa disfunción ha originado desbalances en la programación, así como atrasos y afectaciones en la retribución de los artistas.

Ante el vacío todavía existente en la regulación de la música que se utiliza en los centros recreativos es­tatales y no estatales, y en los es­pa­cios públicos, urge una pronta definición y adopción de normas im­prescindibles.

Hubo plena coincidencia en que la política cultural es una sola, y no debe ser sesgada ni sometida a in­terpretaciones arbitrarias.

(Tomado de Granma)

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