Estampa de las Giral

Resulta difícil imaginar el dolor de José Ramón, una vez enterado de la muerte de sus hijas, Lourdes y Cristina Giral Andreu, precisamente un Día de los Padres. Fue el 15 de junio de 1958 en La Habana, unas horas después de que ambas hermanas decidieran celebrar en familia, aquí en Cienfuegos, la fecha señalada.

Los acontecimientos precedentes parecían conspirar a favor de una tragedia, pues durante la estancia de las jóvenes en esta ciudad, el ambiente en la capital del país se tornaba complejo. El atentado contra Santiago Rey Pernas, secretario de gobernación, resultó una excusa para justificar el desarrollo de operativos, detenciones e interrogatorios policiales.

 

En aquel contexto, las fuerzas represivas de la dictadura de Fulgencio Batista lograron ubicar el paradero de los combatientes Eduardo García Lavandero, Enrique Rodríguez y Faure Chomón, integrantes del Directorio Revolucionario (DR); quienes, llegados del Escambray, pretendían ejecutar varias acciones clandestinas.

Las evidencias señalaban al edificio ubicado en la intersección de las calles 19 y 24, en El Vedado, como el escondite. Y lo era. Residían en el mismo piso que las muchachas, aunque ellas ignoraban su presencia. Por tanto, los hechos posteriores ocurrieron sin tener las Giral una comprensión exacta de las circunstancias.

Ya en La Habana, cerca de las nueve de la noche, las hermanas se dirigían a su apartamento, el número 42 del citado inmueble, cuando de repente una voz les alertó sobre la emboscada policial, encabezada por el coronel Esteban Ventura Novo. Sin embargo, no pudo el aviso evitar la desgracia.

Dentro del edificio, en medio de la oscuridad, una lluvia de balas se vino sobre sus cuerpos. Los sicarios del gobierno renunciaron a la posibilidad de confirmar si eran o no los perseguidos. Apenas sintieron unos pasos, dispararon. Luego cayeron en la cuenta del error, al percatarse de la huida de los revolucionarios.    

Según cuentan, Lourdes recibió 13 balazos, mientras Cristina sufrió el impacto de nueve proyectiles. Sus cadáveres terminaron después en la parte trasera del carro patrullero, donde las trasladaron hasta la Octava Estación, hasta ser identificadas por su hermano Arnaldo.

Al aludir a las consecuencias de este acontecimiento, el teniente José R. Viamonte lo consideró como un simple percance, a lo cual sumó el hallazgo de  bonos, pistolas, proclamas y literatura subversiva en la casa de las Giral. Con tales argumentos buscaban justificar un claro homicidio.

No obstante, si alguna certeza existía en lo acaecido era el compromiso de las víctimas con la causa emancipadora. Antes de su traslado a la capital, Lourdes y Cristina desempeñaron un papel relevante en la región centro sur de Cuba, al actuar como colaboradoras de la Resistencia Cívica del Movimiento 26 de Julio.    

Esa labor se hizo visible en la recogida de dinero, medicamentos, ropas, detonadores y piezas de armas para el Frente Guerrillero, en la actividad propagandística y de consignas, así como en el apoyo logístico a la huelga del 9 de abril.

Parte del legado de las hermanas Giral tiene en Cienfuegos un refugio indiscutible, pues el hogar donde transcurrieran su niñez y juventud se erige desde hace más de 30 años en el Museo de la Clandestinidad, uno de los pocos en el archipiélago. Otra forma mejor de recordarlas es imposible. Allí guardan sus estampas.

(Tomado de Cinco de septiembre)

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