Hablar de teatro en Cuba es pisar una plaza fuerte en América Latina, es tocar a la puerta de innumerables actores y actrices de talla internacional. De cualquier espacio sale una compañía como para chuparse los dedos, como para quedar con la boca abierta…, constituye un caso el grupo infantil Había una vez, de Cumanayagua, el cual lleva sus propuestas culturales a varios sitio de la provincia.
Durante este verano, específicamente, ellos amenizarán los asentamientos más apartados y se caracterizan por recrear en su obra las tradiciones campesinas.
«El proyecto interactúa con los niños de la comunidad. Y de una manera sutil les incentivamos el amor por las manifestaciones artísticas. Tratamos de formarlos en todo… Ellos trabajan en la escenografía, las luces, la edición…, aprendemos, y a la vez, nos divertimos mucho. Los infantes están siempre dispuestos a practicar y tienen el entusiasmo que le falta a muchos adultos en la modernidad, eso lo aprovechamos», dijo Raidel Clavijo Medina, uno de los instructores de arte que dirige tal compañía.
La defensa del patrimonio cultural cubano y el apego al terruño renace con la interpretación de cada infante. Hablamos de un narrador repentista, de un guión pensado desde el lenguaje popular y el uso de refranes propios de la zona, además de un vestuario que aporta valores a la recreación del cotidiano universo campesino.
«Hay lugares en la montaña donde no llegan ninguna propuesta cultural, entonces de pronto aparecemos para amenizarles el día y ellos lo agradecen mucho. Estos niños tienen deseos de trabajar y no les importa si tienen diez personas en el público o el auditorio lleno. El deseo de ellos es más fuerte que los tropiezos por tener en el camino… Acuden todos los miembros de la comunidad a nuestras presentaciones.
«Resulta muy importante en estos tiempos convocar al rescate de nuestras tradiciones, y entre ellas, las campesinas. Nosotros desde el proyecto cultural obramos en función de lograr ese apego, de que los muchachos conozcan nuestras raíces, la cultura cubana. Lo considero muy saludable, así no se pierde algo que nos define entre el resto del mundo», resaltó Yanet Valladares Sánchez, directora general del proyecto Había una vez, el cual se presentará en las diversas localidades del Macizo de Guamuhaya durante el período estival.
El profesionalismo con que asumen los instructores de arte involucrados en el grupo de teatro, unos cuatro específicamente, le hicieron agenciarse del premio Escaramujo este año, además de reconocerlo como de referencia nacional dentro de la brigada José Martí. Y gran parte de ello fue posible gracias a la entrega dramática de los infantes, a la manera orgánica que asumieron sus personajes, al empeño de un colectivo con talento y deseos de hacer aun cuando sean de municipio.
Había una vez habla, sobretodo, de ensayos tras ensayos, de funcionamiento y de futuro. No sólo por el hecho de ser buenos intérpretes, de atrapar al espectador a través del tiempo dramático, sino por lo que representa en sí mismo: un producto que desprende cultura cubana a pulso.
«Es un tanto complicado desde un municipio, pero lo hacemos con nuestra mayor voluntad -, agrega Clavijo Medina. Se complica con el tema de los materiales e instrumentos musicales, aunque eso no frena el montaje de la obra, siempre se inventa alguna cosa. Resulta fácil trabajar con ellos, porque traen la frescura, el buen humor, la alegría y todo es posible desde esa óptica. Traen mucha modestia, simplicidad y son armónicos en su proyección.
«El grupo, a la vez, está diseñado para que se fragmente en varios subgrupos y podamos ir a varias comunidades al mismo tiempo. Ahora en el verano tendremos presentaciones en asentamientos rurales de la provincia, allí ya nos conocen y gozamos de muy buena acogida. Ellos nos reconocen como parte de su familia, pues cantamos sus mismos cantos, bailamos igual, recreamos sus costumbres y manualidades», concluyó.
Con Romerico y Juliana, una de las obras que tienen en cartelera y ya fue presentada en el Teatro Tomás Terry, pudiera pensarse que pertenece a un proyecto maduro, acabado…, sin embargo, es la primera obra de Había una vez. Un total de 30 niños conforman la nómina de actores y actrices, los cuales muchas veces deben conocer hasta dos personajes de la obra y así evitar afectaciones cuando alguien no puede acudir al escenario.
«No podemos cancelar una puesta porque nos falta una niña o un niño, por eso diseñamos el grupo para que un personaje lo conozcan varios intérpretes.
«Nuestro principal objetivo es combinar las diversas manifestaciones artísticas e instruir a los niños, desarrollar su léxico, buscar mejores compresiones y que disfruten cuanto hacen. Para ello contamos con el apoyo incondicional de los padres, de las instituciones culturales de Cumanayagua y muchas otras personas. A poco tiempo de creado nos ha faltado la divulgación, presentarnos en otras regiones…, pero eso vendrá y debemos prepararnos más», reconoce su directora.
Concentrar las fuerzas en tales empeños dice la calidad de sus creadores, la oportunidad que nos dio las graduaciones de instructores de arte en el país, aun cuando no siempre se explota lo suficiente.
«Me aporta mucho, porque despejo de la escuela y de la casa. También viajó a otros lugares, en fin, aprendo y nadie sabe si un día me convierto en actriz. Las presentaciones me divierten mucho…, primero bailaba, pero ahora hago de todo», expresa la madre de Romerico, una niña de 12 años.
Deberían de haber más grupos con este perfil, pues el público lo agradece mucho. Las personas quieren ver espectáculos donde se defiende la cultura cubana, en tiempos donde nadie quiere vivir en un bohío, ni en el campo… ellos logran reconciliar esos sentimientos modernos.
El futuro dirá la última palabra, pero ya Había una vez cuenta con una historia feliz, esperemos que las instituciones culturales involucradas en su apoyo no lo dejen morir, pues sería una pena irrefutable.
(Tomado de Cinco de Septiembre)
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