La Avellaneda sube a escena en Cienfuegos

Acuciosa investigación, argumento creativo y escenario que muestra a la poetisa camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda tal y como fueron sus últimos meses podrían ser los ingredientes que más sobresalieron en La pasión desobediente, del grupo Teatro del Puerto, obra que inauguró en Cienfuegos el III Festival del Monólogo Latinoamericano del Teatro Tomás Terry.

Pero faltó en esas breves referencias, quizás los más trascendental: la interpretación de Gina Caro y el texto del dramaturgo y Premio Nacional de Teatro Gerardo Fulleda León, a quien ya la crítica lo había recompensado al definir la obra como «un hito cualitativo en la ya descollante dramaturgia de Fulleda».

Mientras, la experimentada actriz no solo nos devuelve a la Tula que sigue dando de qué hablar y sigue siendo protagonista de discusiones y opiniones contradictorias en la actualidad, sino que la repone entera, poseída, más poeta que nunca.

 

«Tuve que investigar mucho, ver qué sucedía en ese siglo  y escogí todas las gestualidades del clásico para hacerlo. Traté de registrar las pinturas de la época y no es fácil dominar un texto donde abunda la poesía, sin perder el carácter que supuestamente esta mujer nos dejó como legado. Lo disfrute mucho», dijo Gina Cano cuando todavía el maquillaje la hacía parecerse a la Tula universal.

La pasión desobediente, bajo la dirección de Milva Benítez Reinoso, propone un recorrido por la vida literaria y sentimental de la poetisa camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda, donde se producen diálogos e interacciones, y la misma se integra a una lista de un variado número de puestas dedicadas desde 2014 a la escritora cubana, a propósito de conmemorarse el bicentenario de su natalicio.

El monólogo de Fulleda León revisita desde diversos ángulos el pasado con la intención de hablarnos en el más puro presente, y en su centro coloca ahora a la también llamada Peregrina, quien nos transmite –a través de Caro– sus más sentidas vivencias desde el lecho moribundo de su esposo.

El espectáculo es un puente entre lo soñado y lo posible, un lugar de encuentro donde la imagen soñada trasmuta en imagen teatral, donde la palabra poética es cuerpo y la historia es hoy. El juego con las sombras agregan valores a una puesta en escena que está concebida para beber de La Avellaneda.

Te hace retroceder a una vieja conclusión que no pocos llegan al estudiarla: no se sabe qué impacta más cuando se conoce la figura de Gertrudis Gómez, si su obra o su personalidad trasgresora, adelantada si se quiere.

No encuentro paz, ni me conceden guerra,/de fuego devorado tengo frío,/abrazo al mundo y quédome vacío,/me lanzo al cielo y préndeme la tierra.

Una cubana universal, dijo Dulce María Loynaz al referirse de ella. «La Avellaneda transitó por un arco creativo abarcador y convincente en todas sus expresiones literarias, que tuvieron desarrollos casi simultáneos como la lírica, la novela y el teatro», agregó.

De esa riqueza Fulleda León escribió, y luego Gina Cano lo enriqueció con las tantas ganas de sentirse ella.  La pasión desobediente, dirigida por Milva Benítez Reinoso, defiende una perspectiva interpretativa, con aportes para la cultura de una nación que no olvida, y entonces, La Avellaneda vive en la vida que solo el teatro suele dar.

(Tomado de Cinco de Septiembre)

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