El relato Grand Slam obtuvo, el pasado agosto, la primera mención en el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar. Entre más de 200 obras sobresalía esta, como se empina alguna pequeña flor en el gran campo común. Su autor es un cienfueguero. Quizá poco conocido a no ser en los círculos literarios. Quizá víctima del dificultoso camino de la promoción cubana. Quizá pasado de largo a causa de los sucesivos obstáculos de la vida diaria. Atilio Jorge Caballero Menéndez es poeta, narrador y dramaturgo con todas las letras mayúsculas.
La ciudad vive en él, y a través de él se salva de las evasivas y los desencantos. Su prosa es espada que traduce claramente en la herida; su poesía, un punto de fuga cuando se pierde el tiempo de los imposibles, su teatro crea continuas reflexiones gestuales que provoca a los espectadores, rompiendo con claridad la cuarta pared. Él es, a mi juicio, el más notorio de los escritores contemporáneos aquí. Licenciado en Teatrología y Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte, y graduado de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños en la especialidad de guion cinematográfico, ha obtenido numerosos premios tanto en Cuba como a nivel internacional.
Tiene publicados más de una decena de libros —teatro, ensayo, poesía, novela, cuento, traducciones literarias— y ha sido antologado en disímiles publicaciones. Se autodefine como un hombre de letras dedicado al teatro, en particular a la dramaturgia y a la dirección escénica. Ama al cine, donde encuentra historias necesarias para avanzar. Pero sobre todo ama narrar. Y sabe, bien sabe, como dijo Martí, que la literatura si no es belleza es necedad. Escribe, básicamente, para él, pero sus relatos conectan con un público lector bastante agigantado.
Durante varios años se desempeñó como instructor en Cienfuegos y en La Habana; y fue asesor teatral en Nicaragua, experiencia primaria para su carrera. Ese tiempo lo considera como el período más feliz de su vida.
Ambiciona, inteligentemente, conseguir siempre un discurso rotundo, y en esa línea ha trabajado y aún lo hace. La intención: una escritura de calidad, que a decir de Bolaño es «lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura es básicamente un oficio peligroso».
Actualmente Atilio dirige el grupo Teatro de la Fortaleza, fundado por él en la antigua Central Electronuclear (CEN). Las obras que han llevado a escena, a lo largo de más de diez años del conjunto, han sido a partir de investigaciones que involucran la vida y los sucesos significativos de la provincia.
La profesionalidad de Atilio con las letras, la profundidad de refeencias en sus obras —musicales, cinematográficas y literarias—, lo anecdótico de su poesía, el lenguaje coloquial de los textos, la conciencia de los escenarios, el dominio vasto de las descripciones y el uso de un contexto que casi siempre involucra la vida incierta —o los problemas— en lugares con los que ha interactuado, lo convierten en el más versátil, y me atrevería a asegurar: importante, de los escritores de la ciudad. Los premios lo aseveran, pero más allá de eso, sus obras, enriquecidas con historias subterráneas de sentido o mostrando lo necesario del iceberg.
(Tomado de Cinco de Septiembre)
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