Fina García Marruz, en su lúcido ensayo Hablar de la poesía, escribe: «Todo poeta siente, al trabajar, que sus palabras son moldeadas por un vacío que las esculpe, por un silencio que se retira y a la vez conduce el hilo del canto (…). El silencio es en la poesía, como en la naturaleza, un medio de expresión».
Y es tan complejo el acto de escribirla, como desconocido o empírico. Puede estar necesitado de un entendimiento perpetuo o de la mayor inconsciencia que habita en todos los seres. Así se dibuja Yanarys Valdivia Melo en el panorama poético del archipiélago: una joven escritora graduada de técnico medio profesional en la especialidad de Diseño en la Academia de Artes Plásticas de su ciudad natal: Ciego de Ávila.
Actualmente dirige la sección de Literatura en la filial cienfueguera de la Asociación Hermanos
Asociación Hermanos Saíz (AHS) y también se desempeña como comunicadora cultural en la UNEAC.
Entre sus lauros más destacados figuran el premio en el primer concurso internacional de haiku, La hoja de cerezo (2007), así como el lugar cimero en el concurso internacional de poesía El mundo lleva alas (2014).
Pienso que tus conocimientos de plástica te ayuden mucho a la hora de crear el ambiente en un poema, ¿sucede así?
«Me imagino que sí, aunque no lo concientizo. Debe suceder porque a la hora de hacer un poema, uno crea imágenes y esas imágenes tienen que ver con la proyección visual que se tiene del mundo que, a la vez, nos lleva a otro plano: al sensorial, al auditivo. Existen muchas cosas diferentes que se tocan en el poema, y la plástica puede que me esté ayudando a concebirlo de la manera en que lo hago».
¿Qué persigues al escribir, y por qué poesía?
«No persigo más que expresar algo que necesito decir en un momento determinado. No tengo la disciplina de la escritura diaria, lo hago cuando existe una idea o algo que manifestar, una inquietud. Creo que la poesía es el medio ideal para desarrollar esa parte emocional que no se consigue con la narrativa».
¿Qué temas te inquietan?
«La vida actual, las cosas que nos tocan. Puede salir un poema de amor o de algún otro tipo (cuestiones filosóficas), eso depende del estado de ánimo en que me encuentre. Siempre me ha interesado la filosofía, explicarme el mundo a través de la poesía, explicarme a mí misma lo que sucede, lo que pienso que sucede».
El primer premio que obtienes es en haiku, considerado por muchos una práctica difícil de lograr. ¿Qué ves en ese tipo de poética que te ayuda con tus pretensiones?
«Comencé escribiendo haiku gracias a un amigo y casi como un juego. Mi gusto por la simplicidad y la cultura japonesa también me llevó a él. Es difícil de lograr precisamente por la simplicidad, pero eso te ayuda a la hora de escribir otros poemas, te enseña a ser conciso,
a no regodearte en cosas innecesarias”.
¿Crees que para consolidar tu obra se hace necesario obtener premios prestigiosos?
«Para ser visible los premios ayudan. Muchos poetas jóvenes han salido a la luz gracias a galardones importantes. Eso no es un medidor de que tu obra esté consolidada, pero te obliga a esforzarte más y a tener más responsabilidad. Todo depende de cómo lo asuma el escritor».
Desde tu posición en la directiva en la AHS, ¿cómo proyectas el trabajo, tanto para divulgar como promover la literatura joven?
«Es difícil, sobre todo hacer ese tipo de trabajo dentro de una institución que tiene muy escasos recursos. En la actualidad contamos con pocos miembros, pero tratamos de insertarnos en todas las actividades que realiza el Centro del Libro o las promovidas por nosotros mismos: las Cruzadas, los Juegos Florales… Realizamos también, con mucho esfuerzo, una peña literaria. Hacemos todo lo posible para salir adelante».
Yanarys traza sus poemas por encima de la visibilidad de sus días. Algunos pueden ser oscuros desde lo eterno y en otros encuentra la mucha luz de las mañanas. Una poesía simple que no deja de impactar, ser concisa, y colocar suspicaces dudas en un lector que puede convertirse en cómplice o protagonista de las palabras. Alusiones familiares, ritos de los pobres días en que hay tristeza u otros donde la felicidad hace cambiar los conceptos, intervalos de tiempos y de sombras en los que Valdivia Melo busca definirse como los árboles en el paisaje del viento.
(Tomado de Cinco de Septiembre)
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