“El poeta es el indignado hijo del día sonando en su concepción:
la satisfacción por debajo del sentido, la concepción brillando en
el aún obstinado pensar”.
Wallace Stevens.
A la obra del norteamericano Wallace Stevens (1879-1955) la atraviesa la intención cardinal de sondear, sopesar y definir el hecho poético desde el entendido de explicar (auto explicarse) el sentido de un misterio mayor, para luego tomar las riendas de ese enigma y escribir, ya dómine de sus revelaciones, al aire personal de un autor que a la vez que escribe poesía la desmiembra para los lectores. Ello, mediante inusual riqueza de vocabulario y construcciones signadas por rigurosa precisión literaria.
Stevens es un esteta de la palabra, quien se arrebuja en su sustancia mientras pace sus antecedentes y acompaña al establo a los ecos. Un demiurgo, además, de sus más profundas combinaciones semánticas; esas que suelen descarriarse de las posibles interpretaciones si no se posee el ojo atento ante los sentidos abiertos, pletóricos de remisiones o asociaciones, de su verso.
Y ejemplo mayor a efectos de comprobarlo es el volumen Trece maneras de contemplar a un mirlo, de Editorial Reina del Mar, oportunidad que brinda la casa librera de la Asociación Hermanos Saíz para propiciar la conexión con la palabra exquisita (labrada, precisa, nunca la misma) del vate estadounidense, Premio Pulitzer en 1955.
Que Reina del Mar Editores publique al también dramaturgo y ensayista supone un acto de continuidad/consecuencia con instancias fundacionales de nuestra cultura durante el siglo pasado, como la Revista de Avance y el grupo Orígenes, cuyos mentores incorporaron en sus páginas a quien tuvo con Cuba y sus intelectuales una relación marcada tanto por la admiración como por el respeto.
(Tomado de 5 de Septiembre)
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