Cuando este mes de octubre llegó a la gran pantalla y luego a la televisión nacional, el documental Mujeres… resiliencia, derechos a la vida, del Proyecto Palomas, Casa productora de audiovisuales para el activismo social, las cubanas y cubanos tuvieron ante sí 51 minutos de cotidianidad de un país.
Pero en la historia común de 22 mujeres y cuatro hombres, que hilvana el audiovisual de Lizette Vila e Ingrid León, y que situadas en un mismo hilo conductor —el bloqueo económico que por casi seis décadas ha impuesto el Gobierno norteamericano contra la Isla— se teje mucho más que un contexto.
Es una obra dedicada a la «entereza más allá de resistir que tienen las mujeres cubanas, a la capacidad de sobreponerse y salir con fortalezas, levantarse y saber recomenzar», reconoce desde el inicio la cinta, que fue proyectada apenas unos días antes de que el 6 y 7 de noviembre próximo, en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas, la Mayor de las Antillas presente como cada año a votación la resolución sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba.
Los testimonios ponen al espectador ante el impacto diverso de una política que ha lastrado el normal desarrollo del país en todos sus ámbitos, y ha significado para Cuba no solo carencia o dificultades, sino «trampa, presión, coerción y persecución, freno y mucho más», alude la cinta.
No escapa a la consumación de ese cerco genocida ni uno solo de los 11 presidentes que han ocupado la silla de la Oficina Oval en Estados Unidos desde febrero de 1962. «Cuba lo sabe y nosotras las mujeres, también», subraya el documental, que se filmó en 28 locaciones y contó con la participación de mujeres de todas las regiones del país.
Por casi una hora, se mezclan en este audiovisual diversas historias que dan voz— sin justificar los obstáculos internos de un país que apuesta por ser mejor— a campesinas, maestras, artistas, jubiladas, científicas, trabajadoras por cuenta propia y activistas.
Una a una, esas «heroínas del día a día», como las considera la realizadora Lizette Vila, van poniendo ante la cámara sus dolores, su cotidianidad; esa donde dejan de ser solo sobrevivientes para volverse empuje, creación, sostén… «El dolor lo curamos con desvelo, a la escasez oponemos imaginación y a los problemas les buscamos soluciones con mucho empeño y pasión», sostiene el material, en las voces de las actrices Obelia Blanco e Irela Bravo.
Sorprende escuchar a Zenaida Castro Romeu, directora fundadora de la Camerata Romeu, una mujer que desafío los cánones preestablecidos para una época y logró convertirse en directora de orquesta, «un trabajo considerado exclusivo de hombres».

En la pasión con que habla de la orquesta, de sus penas y alegrías, de las cuerdas que necesitan los violines y no llegan por ser esta una Isla «condenada a la asfixia económica» hay más que lamento, entereza; y el resultado está en esas muchachas, a las cuales las distingue su alto nivel de calidad y un prestigio internacional ganado en numerosos escenarios del mundo.
El documental—con textos de la periodista Sara Más y la profesora Teresa Díaz Canals— nos descubre otras mujeres como la campesina Dulce Reina Herrera, cuyas limitaciones para adquirir tecnología en este medio afecta sus labores; o la campeona en atletismo Omara Durand, quien consciente del desafío que representa un embarazo en la vida de una atleta dice con orgullo que luego de ser madre ha obtenido los mejores resultados de su carrera.
Mujeres… resiliencia… es también la historia de Pilar, única niña con síndrome de Vivo en Cuba. Este es un trastorno genético que implica una deficiencia en el transportador cerebral de glucosa tipo uno. Las personas que sufren este síndrome no reciben un suministro adecuado de esta molécula orgánica a través de la barrera sangre-cerebro y suelen experimentar déficits cognitivos y neurológicos como resultado.
El desarrollo de Pilar, que lleve una vida lo más normal posible, como cualquier otro niño cubano, es de principio a fin el reflejo del sacrificio, del optimismo; pero también de la angustia de poder hacer más, ante un cerco que limita cada día esa posibilidad. Jesús y Roxana, sus padres, prefieren hablar de crecimiento y esperanza. «Uno no puede vivir quejándose de lo que la vida le ha puesto delante. No somos padres bloqueados, vivimos en un país bloqueado», afirma Jesús.
De Pilar, de hacer genética en medio del bloqueo, de la proeza de trabajar cada día y lograr realizar diagnósticos para toda la población necesitada con tecnologías que ya van quedando en desuso, cuenta en la cinta la doctora Beatriz Marcheco, especialista en Genética.
«Hemos desarrollado una resistencia que se confunde con la leyenda. No nos pueden entender; tuvieran que vivirlo, atravesar todas las circunstancias que pasamos todos los días, para poder interpretarnos», argumenta ante la cámara la doctora Marcheco.
«Podemos tener, en algunos casos, 10 años o 15 años de diferencia en actualización tecnológica con el resto de los países desarrollados», sostiene la experta; quien agrega: «Nos es vetado adquirir equipos que tengan un 10 % o más en componentes, reactivos ni materiales de laboratorio que utilizamos de origen norteamericano».
Apenas uno de los rostros del impacto que el bloqueo tiene en un sector tan sensible como la salud pública. Las afectaciones de esta política solamente en este ámbito durante casi seis décadas, suman 2 913 000 772 dólares, y un alto costo de sufrimiento para el pueblo cubano.
«Esta política hostil entorpece la adquisición de tecnologías, materias primas, reactivos, medios de diagnóstico, equipos y piezas de repuesto, así como medicamentos para el tratamiento de enfermedades graves, como el cáncer. Estos insumos deben obtenerse en mercados lejanos, en muchas ocasiones, mediante intermediarios, lo que impone el incremento de sus precios», subraya el informe de Cuba contra el bloqueo.
No contar con el medicamento o la tecnología idónea para la atención de una enfermedad ha resultado, en algunos casos, un impedimento para salvar una vida, afirma el documento, que ilustra numerosos ejemplos en varias especialidades médicas.
Junto a la doctora Beatriz, relatan sus vivencias en la cinta la maestra Agustina Alonso, la transexual y activista por la diversidad sexual Nomi Ramírez, la madre Mercedes Rabeiro y la educadora Ana María Siverio, entre otras muchas mujeres que «sostienen la pequeña y gran economía», a pesar de dobles y triples jornadas, y de ser, incluso, «invisibilizadas y subvaloradas».
Mujeres que son, si se quiere, un reflejo de esa osadía que es resistir, crear, reconstruir y levantar sus vidas y las de un país cada amanecer.
(Tomado de Granma)
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