Pelusín del Monte: el peluso patatuso de los retablos

Pelusín del Monte: el peluso patatuso de los retablos

A mediados de los años 50, en el caribeño archipiélago de Cuba, jóvenes artistas del arte de los títeres generaron diversas acciones a fin de encontrar resonancias corales para su arte. Los hermanos Camejo, Carucha y Pepe, junto a Pepe Carril, a través de la publicación de un Ma­nifiesto, el 28 de marzo de 1956, argumentado en la justa pretensión, convocaban a mú­sicos, escritores, pintores, escultores y teatristas a fin de perfilar aristas y facetas de un posible arte titiritero de carácter nacional.

En el primer párrafo de aquel documento se razonaba “absolutamente necesario la consolidación de un movimiento titiritero cubano tendiente a promover la difusión de la cultura y las tradiciones cubanas, incorporando así, la actividad del guiñol cubano a los esfuerzos de la misma índole en otros países de nuestra América…”.

 

Entre los más cercanos colaboradores que dieron respuesta creadora al reclamo del Manifiesto se encontraban los nombres del poeta Félix Pita Rodríguez y de la narradora Dora Alonso. Esta última hacía efectiva su apoyo con el primer texto para los retablos titiriteros de la nación en el cual el personaje-títere Pelusín del Monte y Pérez del Corcho irrumpía desde las profundas raíces de la criollez, portando y sosteniendo en su pequeña estatura de títere de guante, las esencias de nuestra cubanía.

En el marco de la mediatizada república, Pelusín descubriría la luz respirando la transparente atmósfera, entre palmares y lomeríos, de un Carlos Enríquez. Sus ojos se iluminarían con la belleza perenne de nuestras ciudades apresadas por el color de un René Por­to­carrero entre columnas, rejas y vitrales de una Amelia Peláez. Desde su nacimiento Pelusín sintió la pulsación arrolladora de rumbas, re­bam­barambas, tonadas y pregones de un Ama­­deo Roldán o de un Alejandro García Ca­turl­a o de un Sindo Garay. Desde su criollo retablo Pelusín asomaba anunciando para los fascinados espectadores los motivos de un son entero para el arte y la cultura cubana titiritera.

En 1956, la pieza Pelusín y los pájaros estaba lista. A ese título le seguiría Pelusín frutero (1957), y ya en el marco del recién inaugurado Teatro Nacional de Guiñol, El sueño de Pelusín estrenada en diciembre de 1963. La popularidad del Pelusín, a nivel nacional, contó con la apoyatura de la serie televisiva Aven­turas de Pelusín, transmitida a partir del 22 de julio de 1961 por el canal 6 e interpretada por el elenco del Guiñol Nacional y valiosos artistas invitados, entre ellos, Antonia Valdés como la voz de la abuela Pirulí y Marta Falcón como el Pelusín.

Los libretos de la propia Dora eran dirigidos por los capaces y comprometidos directores con el titerismo Julio Lot y más tarde Gaspar Arias. Varios de esos libretos fueron trabajados por el investigador y estudioso Freddy Artiles, quien seleccionó y compiló una serie editada en el 2003 por la editorial Gente Nueva.

La sabia popular expresada en el habla del campesino cubano florecía a lo largo de los espléndidos diálogos fijados por Dora. Ex­pre­siones típicas como seboruco; manganzón; parejero; guacarnaco; mirringuito o frases co­mo ¡soy la candela!; ¡me cayó carcoma!; ¡a troche y moche! brindaban prueba del pícaro humor de Pelusín desprovisto de todo rasgo de mal gusto.

Los principales personajes-títeres que acompañaban al Peluso Patatuso, como a veces lo nombraba su abuela Doña María Pirulí, eran el Perro Gruñón de la Perreta y el Gato Chi­lin­go Findingo, mascotas imprescindibles en las travesuras del Pelusín cohabitando en igual­dad de condiciones con los personajes humanos en una definida dramaturgia espectacular propia del teatro de figuras animadas.

Otros personajes presentes en la serie como Bebita Turulata, novia de Pelusín, escoltaban a Gelasito Tirabeque, Tontolina Perendengue y la pareja formada por el sapo Sorullo y su esposa Pascualina y aparecían indistintamente en una saga permeada de alegres y fantásticas peripecias titiriteras. Intérpretes animadores de la valía de Miriam Sánchez, Fara Madrigal, Yaqui Sáez y Sahímell García, entre otros, han continuado animando, desde los retablos, al Pelusín.

La imagen de Pelusín creada y fijada por el maestro Pepe Camejo como ícono de la historia cubana del títere proyectaba desde los retablos o fuera de ellos —un títere es una creación de las artes visuales en fuga hacia la escena—, la alegría y vitalidad de lo que representa. Ser intérprete del pueblo es el más alto honor reservado a un artista… ¡también a un títere!

(Tomado de Granma)

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