Los artistas me han parecido siempre muy singulares, con sus maneras de vestir, de hablar, de pensar, tan diferentes y tan suyas. Conversar con Nelson Álvarez Guerra quebró mis esquemas, me pareció accesible y cercano, aunque quizás, al llevar un nombre tan familiar (mi padre y mi hermano se llaman Nelson), fue más fácil establecer una conexión amena de preguntas y respuestas.
Visita Cienfuegos por cuarta vez, sin embargo es ahora su estreno en el III Festival del Monólogo Latinoamericano y Premio Terry. Tuvo, sobre sus hombros, la apertura del certamen en la Sala Guiñol de la Perla del Sur, con su interpretación de «A dónde van los ríos», una versión escrita por María Laura Germán del cuento Los tres pichones, de Onelio Jorge Cardoso.
Desde Pinar del Río llega Nelson, en representación de Titirivida, para regalarle al público cienfueguero una obra merecedora del Reconocimiento Nacional Adolfo Llauradó (2014) a la mejor actuación masculina. Reencontrarme con la historia, tantos años después, me trae, no solo recuerdos, sino también nuevas lecturas, pues la convicción de los pichones cuando exclaman ¡Quiero ser marinero! renueva, en tu interior, esperanzas y proyectos.
¿Cuáles son las oportunidades que te ofrece este certamen?
Es muy importante, porque el teatro para títeres necesita ganar mucho más espacio en nuestro país, pero sobre todo también ganar espacio en la mirada de los teatristas de Latinoamérica. Para mí, más que un encuentro competitivo es para confrontar, para ver, analizarte respecto a los demás y para superarte.
El desarrollo de la cultura depende de toda nuestra sociedad civil, de la educación que exista, también del ímpetu que tengan los familiares.Siempre, siempre, siempre que el niño va al teatro, va a aprender, y por eso las organizaciones estatales, políticas y no gubernamentales, deben apoyar todo eso.
¿Crees que el teatro para títeres está en una especia de «viaje sin regreso» hacia el olvido?
No lo creo. En una entrevista en televisión se decía que estaba inmerso en una crisis y yo creo que ha sido el peor regalo que se le ha hecho a quienes nos desempeñamos en esta rama, porque incluso dijeron que había menos de cinco grupos con calidad en todo el país. Yo participo en muchos eventos, he estado en muchas provincias trabajando y en todos los lugares me he encontrado con puestas en escena exquisitas.
Los niños de hoy no son iguales a los niños de los años 90, no tienen la misma concepción de la vida; nuestro reto es precisamente renovarnos, para poder darles la satisfacción intelectual que ellos merecen y llevan. Atravesamos un proceso de transición, hacia una fase superior, donde lógicamente se cometen errores y aciertos.
¿En esta transición se impone una necesidad tecnológica?
Mi puesta en escena se basa en ingredientes muy básicos, yo no dudo que una «gran puesta en escena» lleve toda esa tecnología, pero si la historia no sirve, de nada valen espadas o rayos láser. He visto narradores orales, sin nada en las manos, contando una buena historia. Lo importante es el tema y el tratamiento que se le de ese tema.
Las limitaciones materiales es una realidad, ¿el amor por el arte supera todos los obstáculos?
Por supuesto, prueba de esto, son los años que tienen los Guiñol en todas las provincias y siguen dando todo de sí, las necesidades siempre están. Es un género muy caro y en Cuba no se para. El nuestro es uno de los países más teatrales del mundo, es increíble con todas las necesidades que tenemos cómo hay grupos en todas las provincias, y a veces, de un elemento simple, te sacan algo extraordinario, inesperado, espectacular. Con esto, no quiero decir que no nos hagan falta los recursos, todo el apoyo sería fundamental, la imagen es muy importante porque el niño es un espectador que le entran muchas cosas por los ojos.
El grupo Titirvida radica en una sala con el nombre Onelio Jorge Cardoso y hoy presenciamos una puesta en escena basada en un texto de este mismo autor. ¿Existe alguna conexión especial con el cuentero mayor?
Muy especial. Tenemos muchos cuentos de Onelio montados en escena, incluso nosotros reestrenamos este año El Caballito Blanco, tenemos El Cangrejito Volador, el original Los tres pichones, y esta versión de María Laura. Lo respetamos, lo admiramos y lo queremos tener presente siempre.
¿Cómo se enlaza el mensaje de la obra con la realidad cubana de hoy?
No es un secreto que Cuba lleva muchísimos años sufriendo la emigración. En casi todos los hogares cubanos hay personas que se han ido del país por diferentes razones y otras que están trabajando en el exterior, y eso también es una forma de emigración. Es válido conectar eso con los niños del público, ellos deben saber que tenemos el derecho de hacer con nuestro futuro lo que nosotros decidamos, la pregunta está en: ¿Realmente porque te vayas de Cuba hay un desarraigo? En Marino (protagonista de la obra) no es así, él se fue, pero lleva siempre un barquito de papel con la bandera cubana; puede vivir en Francia, y ser cubano toda la vida, eso no se pierde nunca.
(Tomado de Cinco de Septiembre)
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