Desde el pasado septiembre se presenta al público la cuarta edición del Salón y concurso de artes visuales Post-it, convocada por el Centro Nacional de las Artes Plásticas Collage Habana, del Fondo Cubano de Bienes Culturales, un evento que tiene como objeto promover y dar a conocer las obras de jóvenes creadores, tal como precisan los organizadores «hasta 35 años».
Satanizado por quienes cuestionan criterios de admisión y selección, o acusados desniveles cualitativos o una inclinación desmedida por la comercialización del arte; y exaltado por otros que han creído ver en el salón una solución ideal a los problemas promocionales del arte cubano al situar a los más jóvenes en el epicentro del mercado del arte, ninguno de estos extremos se aviene con la realidad.
Post-it es, ciertamente, una opción válida para que jóvenes creadores que pretenden tener presencia en la vida artística exhiban sus potencialidades, y confronten sus poéticas entre sí mismos y ante el público, incluyendo promotores y gestores de los circuitos expositivos y galerías comerciales. Esto sin dudas resulta un paso favorable para el futuro de estos creadores. Pero, siempre es necesario recordar que son múltiples las tendencias actuales, lo que unido a lo heterogéneo y diverso de las expresiones del arte contemporáneo, y la propia condición emergente, es decir, no cuajada de los concurrentes al evento, haga aconsejable moderación y prudencia en la valoración del conjunto así como una deseable mirada crítica que ponga en la balanza luces y sombras, alcances y carencias.
Existe una necesidad perentoria, por parte de los creadores cubanos, de hallar espacios que permitan la presentación de sus obras, y a ello apuestan tanto los recién graduados de escuelas de arte, como jóvenes que llevan pocos años vinculados a la escena artística. Participar en este salón y resultar reconocido con algún premio o mención solo constituye un argumento referencial y no la consagración del artista.
Quedar al margen de estas recompensas tampoco significa pérdida de valores. Dar tiempo al tiempo, a la investigación de conceptos y la madurez de los códigos expresivos, son factores que influirán en el establecimiento de jerarquías.
En esta ocasión, 53 jóvenes seleccionados entre los 139 que enviaron obras, tuvieron la oportunidad de que sus producciones fueran vistas y analizadas por un jurado integrado por ocho reconocidos profesionales del arte y la cultura, presididos por el crítico de arte, editor y curador David Mateo. Recibió el primer premio, el conjunto de tres esculturas cerámicas Tarde para no creérselo, del avileño Luis E. Milán, según el jurado por «la originalidad y calidad formal de las piezas escultóricas, que manifiestan valores artísticos por sí mismas y en un sentido de relación conceptual de carácter instalativo».
El segundo premio recayó en Fe, de Alfredo Coello y Osmani Domínguez –dúo Medialuna– «por la combinación equilibrada, sutil, entre las convenciones escultóricas y artesanales», de acuerdo con el acta del tribunal. El tercer premio fue otorgado, «por la manera tan peculiar y segura con que defiende sus concepciones representativas dentro de un género histórico como el paisaje», tal como reza el dictamen, a Pastoral, de Michel Chailloux.
Además concedieron menciones a las obras: El año del cocodrilo, de Yohandrys Suárez; Perplejo, de Alfredo Mendoza y Después de la lluvia, de Ernesto Crespo.
Según se anunció en el acto de premiación y clausura, Post-it cierra las puertas de la cuarta edición con la intención de regresar, en lo adelante con carácter anual para continuar con su labor de promover los nuevos talentos.
(Tomado de Granma)
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