Reguetón

Dos lectores, jóvenes, escriben en posición de desacuerdo con mi texto Orishas vs. el reguetón que denigra a Cuba, publicado la pasada semana en nuestro periódico. Se oponen a la idea expuesta allí en torno a la “sobresaturación de bribones musicales y fraudes sin estudios, quienes no obstante sus grandes limitaciones artísticas dominan el mercado y anulan el juicio crítico de masas cautivas, como parte de una labor al servicio de la cartilla ideológica del pensamiento hegemónico”. Tampoco aprueban las valientes (porque nadie tiene el coraje de hacerlas, pues es miccionar contra el ventilador de un gran negocio) declaraciones de Orishas sobre el deplorable cariz de gran parte de la música urbana fabricada en Cuba ahora: reguetón y trap; no así el hip hop.  

Como el autor de estas líneas, durante años, ha escrito bastante al respecto —quizá demasiado, aunque nunca lo será—, en pos de no aburrir a los habituales de la columna, va a contestar a ambos lectores con fragmentos de Reguetón: ¿Gusto o intereses?, excelente artículo sobre el tema, publicado por Javier Gómez Sánchez el 7 de marzo de 2018 en La pupila insomne, blog del intelectual Iroel Sánchez: “(….) Algunos reguetoneros cubanos son lanzados desde Miami —capital de la latin music— y reexportados hacia Cuba con más dinero para invertir en videoclips y sobornos. (…) El dinero puede lograr también la promoción por los medios radiales y televisivos, fenómeno conocido popularmente en Latinoamérica como ‘payola’ y no debemos cometer la ingenuidad de pensar que no existe en nuestro país. Es un secreto a voces que para un artista que inicia su carrera, los ‘regalos’ a algunos realizadores ayudan más a aparecer en programas de televisión. (…).

“Puede que de la misma manera intenten ser incluidos en eventos locales o en conciertos de otros artistas y géneros, a veces con públicos muy distintos, algo que llega a generar la confusión entre los concurrentes y situaciones penosas para los organizadores.

“Es lógico que existan intereses distribuidos en determinados sectores —luego de pasados unos años desde la promoción televisiva del vulgar tema El Chupi Chupi y la política de las instituciones culturales a partir de eso—, de que se les vuelvan a abrir las puertas relajadamente de medios y escenarios al género musical que más dinero tiene para pagar por entrar y moverse en ellos. (…).

“El capital acumulado permite la producción de video clips más costosos, aunque más baratos de realizar en Cuba que en Miami, contratando a los mejores realizadores. La producción de videos de reguetón se ha convertido en una industria dentro de la propia industria del video clip.

Y añade Javier: “El individuo que logra introducirse en el mercado del reguetón y ha acumulado el valor comercial suficiente para ser promocionado en los escenarios de Miami, es recibido por una maquinaria que lo presenta como un exponente de la música cubana actual. Programas televisivos ‘payoleados’ hacen su parte con entrevistas y presentaciones. El contenido generado se sube a YouTube y se hace llegar a Cuba a través del ‘Paquete semanal’, buscando ejercer sobre la audiencia un efecto de ‘reflejo del éxito’.

“No se debe dejar de notar que este paseo triunfal por la pasarela miamense se vio acentuado en la medida que las instituciones culturales cubanas decidieron, ante una escalada de la vulgaridad, ejercer un control sobre los contenidos musicales emitidos en radio y la televisión.

“Mientras, en medios más politizados, se insiste en el tema presentándolo como un símbolo del supuesto fracaso de las políticas culturales de la Revolución. Algunos disfrutan hacer visible en Cuba el asunto del reguetón porque representa todo lo contrario a la educación cultural de un pueblo.

“A diferencia de la mayoría de los géneros musicales cultivados en Cuba, el reguetón no expone ningún logro de la formación académica que ha brindado el sistema educativo creado por la Revolución. Es por eso que resulta tan conveniente en Miami. Porque cuando un salsero o un jazzista cubano es entrevistado en programas de la TV miamense, muchas veces menciona que estudió en la Ena, en el Isa, o que descubrió su vocación por la música cuando estudiaba ingeniería en la Cujae. Había que ver en los días del llamado “Intercambio Cultural”, que facilitó la presentación de artistas cubanos en EUA, la incomodidad, la crispación disimulada, la molestia contenida, que eso provocaba en los presentadores de la televisión miamense. Pero un reguetonero, salvo alguna excepción, no los va a hacer sentir eso. Es, política, y culturalmente, compatible con la Cuba que Miami necesita. Por eso quieren representarnos con el reguetón, porque saben que no nos representa”.

(Tomado de 5 de Septiembre)

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