Sandra habla con el silencio y él la escucha

Cuando más adelante me habló del silencio, comprendí que el ser creativo es capaz de escucharse mejor cuanto más calla, recordé la sentencia austera de Paul Auster sobre lo raro de pasar la vida: «encerrado en una habitación con la pluma en la mano, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras (…) ¿por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? Porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa». Y acepté, en una nueva dimensión, ese pacto interior como otra rigurosa manera de entender la alianza literaria, el respeto por el lenguaje y la rectitud de un oficio donde la magia con las palabras debe renovarse de manera invariable.

 

Yo había llegado una hora antes. En el bolso llevaba las preguntas y otras ideas. Sandra Lorenzano estaba sentada, leyendo, con el mar de fondo, cuando la reconocí. Sandra es una mujer que quizás tenga escrito sobre los hombros las huellas del exilio y luego hay muchos escalones que, claramente, ella ha transformado a su gusto, permitiéndole asentarse sólidamente en el camino del arte. Es Doctora en Letras, vicerrectora académica de la Universidad del Claustro de Sor Juana, dirige programas radiales y televisivos, es escritora, poeta y ensayista; además de reconocida como una de las cien mujeres líderes de México; pero en un diálogo más próximo es una mujer a la que se necesita escuchar sin pausas porque va sentando en su discurso piececillas fundamentales y te enseña a manejar armas legendarias para defender la escritura creativa; es una mujer sencilla, afectuosa, apasionada y con admirable rectitud en todo lo que hace, incluso, si ríe.

Durante una entrevista, usted expresó: «nunca pensé que iba a poder escribir algo que valiera la pena», sin embargo, tres de sus novelas están consideradas, en 2007, 2012 y ahora, en 2015, con La estirpe del silencio, entre los mejores libros según la crítica…

«Sabes qué pasa, cuando uno ama la literatura y le tiene tanto respeto a la palabra literaria y a los escritores que la han marcado, que me han marcado en mi caso, sentir que uno puede escribir algo a la altura de su propia exigencia, es difícil. Finalmente, poder escribir algo que si bien no está a la altura de tus propias exigencias, (ojalá nunca lo esté en la medida de seguirte exigiendo, buscando y mejorando, lo peor que te puede pasar en el trabajo creativo es estar conforme con lo que haces, eso te llevaría al estancamiento, me parece), por lo menos sentir que la escritura es digna y sobre todo que le puede interesar a alguien más, porque en última instancia ese es uno de los sentidos claves de la escritura literaria: poder transmitirle a alguien más aquello que tú estás pensando, sintiendo, creando».

Una vez aseguró que sin Rosario Castellanos le costaba pensar la relación con la literatura mexicana, que Balún Canán es una de las obras que le cambió la vida y que Josefina Vicens era su escritora favorita, me imagino que existen muchos otros escritores, pero ¿dónde pudieran radicar los detonantes que rompieron esa imposibilidad suya, durante muchos años, para escribir?

«Mi relación con la literatura mexicana se fortalece a partir del conocimiento de esas dos escritoras. Rosario Castellanos porque me permitió acercarme a un mundo indígena, y de las mujeres indígenas sobre todo, que es poco tratado en la literatura mexicana. Antes de Rosario, las mujeres indígenas eran consideradas solamente un complemento de esa literatura, no tenían un papel protagónico. Rosario reúne a partir de su propia preocupación la mirada feminista, de una mujer comprometida, preocupada por su tiempo y por el papel de la mujer. Esto para mí, que llegaba a México en la adolescencia desde un país donde la cultura indígena es una cultura doblegada, primero borrada en parte del territorio y también del relato, me permitió descubrir una realidad fascinante, de opresión, de marginalidad, pero también de mucha creatividad y de ciertos códigos particulares.

«Yo hice un camino inverso. Cuando fui a vivir a la Argentina un par de años a fines de los 80, ya con más de diez años en México, busqué allí las huellas de esa presencia indígena y de las mujeres. En este sentido es cierto que para mí Rosario significó el descubrimiento de un mundo, uno nuevo, diferente, doloroso y al mismo tiempo de una resistencia creativa muy interesante.

«Mi relación con Josefina es diferente, porque es una mujer, una escritora que no se identifica con las escritoras mexicanas, sino que hace una prosa narrativa muy peculiar, austera, crítica, aguda, incisiva.

«El proceso creativo es más complejo, es difícil decir esto fue lo que lo provocó, pero sin dudas ellas forman parte, como muchos otros escritores y escritoras, de ese mundo literario que a mí me ha permitido después bucear y buscar algo parecido a lo que yo siento que es mi propia voz».

El cubano Gastón Baquero, también ensayista, creía que mediante la poesía el hombre intentaba reconstruir a los Dioses y al mundo. En esta conciencia, afirmaba, mediante la «purificación de la palabra poética, reside el valor utilitario de la poesía contemporánea». ¿Cómo funciona para Sandra esa máxima, si lo es?

«La poesía nos lleva, la buena, la mejor, a la esencia de lo que somos, si a eso Baquero lo llamaba algo así como un diálogo con los Dioses, estoy de acuerdo. Hay algo que nos trasciende y no estoy hablando de religión, no soy religiosa, algo que interactúa con esto esencial que compartimos los seres humanos, a lo cual la mejor poesía puede conducirnos. Si la poesía no busca eso esencial, no tiene demasiado sentido, nos tiene que permitir llegar a un espacio propio para después compartirlo con otros. Toda buena poesía implica una revelación. La buena poesía no necesariamente está escrita en verso, puede estar en la prosa; pero hay algo vinculado, para mí a lo inefable, que solo la palabra poética nos puede revelar, es una idea más cercana a la concepción de María Zambrano (ya que hablaste de Baquero y España, hablemos de otra española), esa vinculación entre filosofía y poesía de que ella habla, pero sobre todo esta poesía como autoconocimiento, como conocimiento de una parte de nosotros mismos. En la poesía tienes que sentir ese golpe poético».

¿Se siente más cómoda desarrollando algún género en específico, algún tema, como el feminismo, por ejemplo?

«No. Surgen en momentos diferentes y de necesidades diferentes. Me pasa mucho que entre un libro y otro de narrativa o ensayo escribo un poemario, pero la poesía es más indisciplinada. Para escribir una novela soy muy disciplinada, igual con los ensayos: me levanto todos los días muy temprano, 5:00 de la mañana, me siento, escribo, hago un ejercicio de introspección fuerte, de búsqueda. Lo que necesito para escribir, además de una pluma y un papel, es silencio interior, esa búsqueda de silencio interior que es cotidiana y genera un flujo de escritura. La poesía tiene sus destellos, y de pronto me pasa que apenas puedo relajarme y salirme, (yo no soy de los que vive, creo que somos pocos, muy pocos o no sé quiénes, pueden vivir solamente de la escritura. Trabajo en la universidad, doy clases, tengo responsabilidades, trabajo en los medios, estoy en la radio, tengo un programa de tv, escribo artículos para la prensa) de todo eso y lograr que el silencio interior no sea solo el de un rato en la mañana, sino estar varios días, la poesía llega y cuando llega hay que dejarla y escucharla. La exploración poética es para mí una de las grandes revelaciones de qué hay dentro de mí».

Usted se desempeña como vicerrectora de Investigación y Proyectos Creativos de la Universidad del Claustro de Sor Juana, donde fundó y dirige el Programa de Escritura Creativa, estoy muy interesada que me cuente sobre la funcionalidad de un programa como este, los frutos, las perspectivas, el sentido, sobre todo porque es una práctica nula en las universidades cubanas.

«Se nos ocurrió a partir de la propia experiencia de mi generación. Para muchos de nosotros la sensación era: uno entra a la universidad para leer y escribir y cada vez se siente más cohibido y más bloqueado para escribir, hay tanto que se ha escrito, cosas maravillosas, y enseguida piensas: yo qué tengo que hacer. Entonces pensamos un taller donde la propia universidad incorporara ejercicios de escritura. Qué creo yo con respecto a eso: es difícil que te puedan enseñar a ser escritor, pero sí a establecer un modelo, y en eso estamos trabajando, de acompañamiento de la escritura, crear un ambiente propicio donde puedas leer acompañada, conversar con tus pares bajo la tutela de un profesor/escritor y poder, ese miedo que a alguno de nosotros nos costó tanto tiempo superar, hacerlo porque tienes un grupo de pares y sabes que no eres la única a quien le sucede, si no eres la única que estás sufriendo por la escritura, creyendo que nunca más vas a poder escribir…, bueno, eso es lo que hacemos, ese fue el inicio de la cátedra.

«Está funcionando bien, los chicos, los dos tipos de estudiantes, tenemos el programa de escritura creativa que es abierto a todo público, pero tenemos una nueva licenciatura que es en Escritura creativa y Literatura, estrictamente para los chicos universitarios. Están los que entran un poquito asustados porque no saben si van a poder escribir y los que se sienten escritores; entonces, a los primeros hay que quitarles ese miedo y ponerlos de lleno en la práctica de la escritura, el miedo se pierde escribiendo, eso es algo que aprendes con los años; y a los que se sienten escritores, bajarles un poquito los sumos y explicarles que antes de sentirse escritores hay que ver todo lo escrito y todo aquello donde debemos abrevar y conocer antes de sentirnos escritores. Ya tenemos una antología, estamos trabajando en un par más, una de narrativa otra de poesía, y estamos a punto de sacar una revista electrónica: Libre, creada por Felipe Soto Vitervo, creo que va a ser un ejercicio interesante. Soy una maestra de corazón, a mí el trabajo en el aula, con estudiantes de todo tipo, con los jóvenes, es una de las cosas que más me entusiasma en la vida».

Latinoamérica es un repositorio notable de ensayistas, desde Henríquez Ureña, Mariátegui, José Antonio Portuondo, Alfonso Reyes, Borges y Octavio Paz. ¿Cree usted que en la actualidad el ensayo literario en el contexto latinoamericano es poseedor de un camino sólido?

«Hay un resurgimiento muy interesante del ensayo artístico-literario, en qué sentido: hay un diálogo más intenso con el campo literario en su conjunto, sobre todo desde la crónica y el periodismo narrativo. Este tipo de ensayo tiene mayor incidencia cuando pasamos períodos complicados en la historia en América Latina. Este es un período especialmente complicado, entonces hay una urgencia por reflexionar y pensar con otros sobre la realidad latinoamericana, una urgencia a la que estos géneros están dando respuesta.

«Qué me interesa a mí de un ensayo con estas características o con este perfil: primero que sea propositivo tanto en términos temáticos, como, fundamentalmente, literarios; me interesa mucho el ser consciente de la potencia y de la fuerza y del cuidado a tener con las palabras, el lenguaje. El ensayo literario es, antes que todo, literatura y por lo tanto la palabra literaria es el centro. Me interesa cuando hacen propuestas nuevas, en términos formales y de aproximación. Tiene que haber una propuesta de ruptura, de asimilación, aprendizaje de la tradición, si no hay algo nuevo me aburro. Repetir bien lo ya dicho no tiene sentido. Sí creo que hay un buen momento para el ensayo y que se están produciendo cosas interesantes. Es un tiempo de renovación, vinculada con una situación peculiar que estamos viviendo en América Latina, en Cuba, siempre un referente con sus propias condiciones; mientras, en Latinoamérica hay países como los que atravesaron situaciones de dictadura, el Cono Sur, Colombia, más en términos de violencia, entonces ahí el tema fundamental es la memoria. En México la violencia es insoslayable y para pensar la violencia desde la violencia, el ensayo y la crónica están jugando un papel fundamental».

Durante el discurso de aceptación al Nobel, Brodsky sostuvo que: «mientras más rica es la experiencia estética de un individuo, mientras más firme es su gusto, más precisa es su opción ética, más libre es él, aunque, posiblemente, no sea más feliz». ¿Cómo funciona para Sandra la existencia en el mundo de las letras?

«A mí me interesa que lo estético esté siempre en diálogo o absolutamente penetrado, más que diálogo, por lo ético. Si el conocimiento estético no está acompañado por una solidez ética, por una búsqueda de la verdad, y sobre todo en nuestros países: de la solidaridad con el otro y con la otra, para decirlo en un lenguaje que funcione mejor, no me interesa. No vale si no hay un eje ético que rija tu comportamiento, la relación con el mundo a través de tu búsqueda de la palabra».

Sandra Lorenzano está atravesada por el poder de la palabra, por las esencias de los libros, por la conciencia del lenguaje. En un pedacito de Cienfuegos valoró las obras del Premio Casa de las Américas, también con riguroso comprometimiento, del cual se apartó unos 40 minutos para conversar sobre el silencio, las pasiones de la escritura y la enseñanza creativa, para crear una especie de autopista creativa donde las letras fluyen constantes, donde el morir y renacer dentro de la palabra es rito fundamental.

(Tomado de Cinco de Septiembre)

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