Un hombre en su elemento

En martiana fecha, el 28 de enero de 1991, fue estrenada en el habanero epicentro de El Romerillo, Tres brujas, una compañía y un barrio con nombre de flor, la primera representación de Teatro de los Elementos, «un espectáculo que recrea aspectos de los conflictos de barrio y su relación con las autoridades locales”, según la caracterizara el propio fundador del colectivo, José Oriol González.

Compuesto en su inicio por jóvenes estudiantes de teatro provenientes del centro de la Isla y gestado en el seno académico de la Escuela Nacional de Instructores de Arte, teniendo como telón de fondo la presencia inspiradora del dramaturgo argentino Osvaldo Dragún, a quien Casa de las Américas había invitado a Cuba para crear la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe (EITALC) —en la cual José Oriol se desempeñó paralelamente como productor—, aquellos muchachos estaban ávidos de expresar su forma de entender “las tablas”, de desandar caminos, adentrarse en la variante más interactiva y comunitaria de su arte sin por ello desdeñar las salas, festivales u otros espacios,porque de todo ha habido en la fecunda hoja artística de la institución durante un cuarto de siglo.

Historias de Jacksonville, serie de seis espectáculos que escudriña social, histórica y antropológicamente las esencias de este sitio de inmigrantes, surge de las vivencias de “Los Elementos” en Isla de La Juventud. Fue en los 90 tempranos, previo a su traslado a Barrancas, Santiago de Cuba, comunidad de inmigrantes desplazados con sus amos franceses después del estallido de la Revolución de Haití (1791-1804). En este último sitio, a partir de de 1993, gestarían montajes a la manera de Afrohistoria, Malcolm X u Opción cero.

Viajaron, enseñaron artes escénicas a niños de barrios urbanos pobres y comunidades rurales lejanas, contribuyeron a incentivar el interés por la cultura y proponer universos espirituales alternativos a muchas personas, algo siempre tenido en claro con su proyección visionaria por José Oriol.

Justo a la finca de los abuelos canarios del miembro de la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC, en Cumanayagua, se trasladarían más adelante, en 1999. El Jovero no es tanto un cuartel general, ecoaldea o sede como más bien un concepto, una defi nición de trabajo en la cual se abrazan lo telúrico y lo raigal con la creación. Este proyecto socio-cultural, de impacto nacional e internacional (aquí han llegado y trabajado teatristas de varios continentes) e incidencia medioambiental, sesgo agroecológico y matriz comunitaria se aviene con la idea de la Revolución de trasladar la cultura hacia toda la geografía nacional, sin barreras toponímicas ni mentales.

El director de la compañía, hombre total de la escena, quien escribe, monta, dirige, actúa y ejerce el magisterio académico, es el padre intelectual y real de una criatura sin parangón en Cienfuegos. Por supuesto, con el concurso, moral y práctico, de decenas de personas que apoyaron y coadyuvaron a la materialización del anhelo.

Ninguna empresa artística teatral, ni siquiera el monólogo, es el resultado de una sola persona; sin embargo el aura individual, el sello, la presencia y la presciencia de sus guías resulta definitoria. José Oriol es el timonel, el ser que anda dos pasos adelante y ve al doblar la esquina. El Premio Provincial de Teatro se encuentra aquí, dentro de su misión, en su real elemento.

Oriol y su troupe son paradigma de consagración y de no anquilosamiento. Teatro de los Elementos suma obras, crea de forma inteligente, se regenera y gana retroalimentación: del público local y de su contacto con otros grupos con los cuales sostiene «bases de entrenamiento», de los cursos y talleres auspiciados, de sus presentaciones dentro y fuera de Cuba.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Categories